CEL YP Member: Eugenia D'Angelo; & Copenhagen

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María Eugenia D'Angelo is a lawyer and member of the CEL YP Group since 2009. She is close to obtain a master degree on environmental law and protection of the cultural heritage by the Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe, Argentina) and the Université de Limoges (Francia).

She is actually living in Mendoza but preparing to leave soon to France, where she will be working with an NGO in issues related to the protection of the environment and the promotion of interculturalíty.


María Eugenia D'Angelo es Abogada y miembro del Grupo de Jóvenes Profesionales del CEL desde el 2009. Actualmente está culminando una maestria y especialización en derecho ambiental y tutela del patrimonio cultural avalada por la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe, Argentina) y la Universitè de Limoges (Francia).


Actualmente reside en Mendoza pero está preparándose para viajar a Francia, en donde trabajará con una ONG en temas vinculados a la protección ambiental y la promoción de la interculturalidad entre -justamente- las culturas en peligro, por ej. es el caso de los Guaranies, Kollas, Mapuches, etc.).
Para contribuir a la reflexión y debate en torno a la Cumbre de Copenhague, Eugenia nos ofrece el siguiente artículo:
Cumbre de Copenhague: El planeta ¿seguirá esperando?
La XV Conferencia de las Partes en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (conocida como COP 15 o Cumbre de Copenhague), llevada a cabo en dicha ciudad de Dinamarca a principios del mes de diciembre pasado, tuvo por objeto actualizar el Protocolo de Kyoto firmado en 1997, el cual cuenta con vigencia hasta el 2012; e intentar lograr un consenso de políticas internacionales ante la emergencia ambiental mundial que estamos viviendo y la urgente necesidad de mitigar los efectos del Cambio Climático.

Justamente, en esta Cumbre estaban puestos los ojos de todo el mundo ya que de la misma dependía en gran medida el futuro del planeta. Esto, aunque parezca una exageración no es tal, debido a que los Gases de Efecto Invernadero (G.E.I.) ocurren a mayor velocidad que nunca, por lo que Copenhague era fundamental para establecer un plan de acción mundial práctico y efectivo en pos de aminorar los efectos del cambio climático, aprovechando una oportunidad única para lograr que la comunidad internacional pudiera formular una estrategia incluyente, justa y equitativa, en la que el principio precautorio evite daños irreversibles.

La Cumbre de Copenhague, para algunos, ha sido un “éxito político” ya que de la misma han participado 115 Jefes de Estado o de Gobierno. No obstante, desde el punto de vista ambiental, no ha llegado a colmar las expectativas que, a nivel mundial, se habían depositado en la misma.
Esto se debe en gran medida a que, como resultado del encuentro, E.E.U.U., Brasil, China, India y Sudáfrica han realizado el llamado “Copenhaguen Accord” (Acuerdo de Copenhague), el cual está abierto a la firma de los países participantes del encuentro.

Es dable aclarar, que para que dicho texto fuera adoptado como acuerdo oficial de las Naciones Unidas, era necesaria la aprobación de todos los Estados que participaron de la Cumbre, cuestión que, al no ocurrir, ha dejado este documento bajo la estructura legal de un mero “acuerdo”, lo que implica que en caso de incumplimiento por parte de alguno de los países firmantes, no tiene fuerza vinculante per se.

Esto ha desatado la crítica de numerosos países y organizaciones no gubernamentales ambientales, ya que el mismo no ha significado ningún avance en materia de mitigación de G.E.I. sino que, por el contrario, podría decirse que ha implicado un retroceso. Esto porque si bien establece que el objetivo de la acción global debe ser que el incremento de la temperatura sea inferior a los 2°C, no especifica cuál es el punto máximo en el cual deben empezar a descender las emisiones –sólo dice “lo antes posible”-, siendo que los científicos se han encargado de dejar aclarado que el 2015 será el límite de “no retorno”.

Por lo demás, el texto no especifica mecanismos para que los países pertenecientes al Anexo 1 (principales emisores de Gases de Efecto Invernadero) reduzcan sus emisiones ni tampoco establece compromisos sobre en cuanto se reducirían. Sí queda claro que fomentarán la transferencia de tecnología y se ampliarán los mecanismos de REDD-plus (United Nations Collaborative Programme on Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation in Developing Countries). Esto último, para ciertas ONG’s ambientales, supone el empeoramiento de las condiciones de vida de las comunidades originarias y los pequeños campesinos ya que, implicaría la dedicación de espacios al monocultivo de árboles y transgénicos para biocombustibles, por ejemplo, en lugar de efectuar políticas tendientes a la protección de los bosques nativos que día a día se degradan. Esto generaría, en definitiva, un mayor acaparamiento de tierras por parte de grandes empresas multinacionales, lo cual, es sabido, conlleva al éxodo de sus pobladores a los cordones de pobreza de las grandes ciudades e indefectiblemente, al hambre.

Sea como fuere, en el documento mencionado se establece la creación de un Fondo Multilateral que estará conformado por 30.000 millones de dólares para los próximos tres años y otro fondo que a partir de 2020 debe aportar 100.000 millones de dólares anuales.

Debemos igualmente aclarar que Secretario General de las Naciones Unidas –Ban Ki-moon- ha reconocido dicho acuerdo y ya se ha expedido sobre la necesidad de lograr un tratado internacional vinculante que contemple esta problemática, durante el presente año.

La CEPAL ya ha manifestado que, en caso de no lograrse un acuerdo internacional para mitigar los efectos del Cambio Climático, el costo para América Latina y el Caribe podría equivaler hasta el 137% del PBI regional actual, para el 2100. Estas estimaciones se basan en el cálculo de 15 países (Argentina, Belice, Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Uruguay); los cuales serían los más propensos a sufrir las consecuencias del calentamiento global.

En lo que respecta a nuestro país, establece que, junto con Uruguay y Chile, si la temperatura aumentara entre 1,5ºC y 2ºC en el período 2030-2050, los efectos serían positivos. Sin embargo, si se traspasa este umbral de temperatura, los efectos serán negativos.

En definitiva, queda claro que la Cumbre de Copenhague si bien ha puesto de manifiesto que todos los representantes de los países presentes evidencian y entienden la preocupación por la inmediata reducción de los efectos del cambio climático –al menos en forma aparente-, siguen prevaleciendo los intereses individuales económicos de cada uno por sobre la preocupación por el ambiente; dicho de otra manera, el sistema capitalista de consumo por sobre un nuevo sistema basado en la protección de los recursos naturales y en el entendimiento cabal de que de no adoptar este último no seremos capaces de dejarles a nuestros herederos un mundo realmente habitable. Lamentablemente, hemos dejado pasar una oportunidad histórica de poner coto e intentar resolver esta cuestión, dándole, nuevamente, la espalda a nuestro planeta… que sigue esperando.


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