Hacia la cumbre de Nagoya

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Por: Laura Lapalma

En el marco de la Cumbre de la Tierra, llevada a cabo en 1992, en Río de Janeiro (Brasil), se abrió a la firma de los Estados el Convenio Marco sobre Diversidad Biológica, que entró en vigor en diciembre de 1993. Hoy con 193 partes, el Convenio tiene participación casi universal. Es un tratado internacional para la conservación de la diversidad biológica, el uso sostenible de sus componentes y, a la vez, implementa ciertos mecanismos para enfrentar distintas amenazas, como el cambio climático, y posiciona a la conservación de la diversidad biológica como una cuestión de “interés común de la humanidad”, impulsando la participación plena y activa de las partes y de la sociedad civil en general.

Pero, a pesar de los esfuerzos en consensos internacionales, la problemática en cuanto a la creciente pérdida de la diversidad biológica no parece haber menguado. Según la Evaluación del Milenio sobre el Ecosistema, efectuada en 2005, las dos terceras partes de los ecosistemas del mundo están en un serio estado de degradación. Cerca del 80 por ciento de la biodiversidad mundial se encontraría en los bosques tropicales, mientras que 13 millones de hectáreas de bosques desaparecen cada año.

Está claro que existe una degradación sin precedentes de las especies, la cual ha alcanzado un ritmo que, según estiman algunos expertos, es 1.000 veces mayor a la progresión natural como consecuencia de la actividad humana, con proyecciones de que empeore, a pesar de los esfuerzos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (Objetivo Nº 7).

Es así que, durante el próximo mes de octubre, la ciudad de Nagoya (Japón) será sede de un evento de importancia internacional: la Décima Reunión de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica (a realizarse entre los días 18 y 29).
Esta cumbre tiene una singularidad. El eje central del debate será la problemática de la pérdida de diversidad biológica en el contexto urbano. Un debate que viene sucediéndose desde hace varios años. También se replanteará la creciente urbanización del planeta, el rol que cumplen las ciudades, sus actores sociales y las autoridades locales en la conservación de la biodiversidad, además del necesario compromiso del cumplimiento del Convenio, en el marco de la planificación urbanística estratégica.

Es decir, se pretende colocar a las ciudades en un rol activo en cuanto a la lucha contra la creciente pérdida de la biodiversidad. La preocupación por ello se vio plasmada en distintos encuentros internacionales, que son los antecedentes de la próxima cumbre de Nagoya. Entre ellos, la Reunión de las Ciudades y la Diversidad Biológica que se llevó a cabo en Curitiba (Brasil) en 2007, seguida por la Conferencia de Alcaldes, en Bonn, durante el año 2008, y luego en la COP – 9, a través de la decisión IX/28, que creó un índice de la diversidad biológica en las ciudades como herramienta de autoevaluación de los gobiernos. Además, en enero del corriente año, Curitiba volvió a ser anfitriona de lo que fue la Segunda Reunión sobre las Ciudades y la Diversidad Biológica, donde se adoptó la Segunda Declaración de Curitiba sobre “Autoridades Locales y Diversidad Biológica”.

En la próxima Cumbre de Nagoya culminará el Año Internacional de la Biodiversidad, creado por la ONU para difundir la importancia de reducir significativamente -y de forma urgente- el ritmo de pérdida de biodiversidad en el planeta. Bajo el lema “La biodiversidad es vida. La biodiversidad es nuestra vida” la intención de la ONU subraya la necesidad de acciones a escala local para proteger la naturaleza.
Está previsto que acudan 500 participantes, entre representantes de la sociedad civil (a través de distintas ONGs), de autoridades locales y los Estados Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, además de representantes de la comunidad científica (expertos en diversidad biológica urbana) y otros de diferentes programas de las Naciones Unidas.

La elección de la sede no es casual. La ciudad nipona de Nagoya (capital de la prefectura de Aichi), es una moderna urbe (hoy centro de la potente industria automovilística japonesa) que tiene el mérito de haberse levantado después de su destrucción total durante la II Guerra Mundial.

Existen ciertos indicadores que denotan una política medioambiental de avanzada: alrededor del 25% de la ciudad está conformada por bosques, y tanto en el entramado ecosistémico de agua, aire y tierra, se advierten cerca de 3.000 especies animales y aproximadamente un millón de especies vegetales.

Para ello, el gobierno local ha ejercido gran liderazgo: planes urbanos tendientes a preservar y aumentar la riqueza biológica, parques y distintos espacios verdes, huertas urbanas y un complejo sistema de reciclaje del agua.

Aunando esfuerzo y sometiendo a discusión la emergencia ambiental del planeta de estos tiempos, la Cumbre pretende continuar la discusión iniciada en su similar del Cambio Climático celebrada en Copenhague (Dinamarca), en diciembre de 2009.
De todo lo reseñado se desprenden la importancia y trascendencia que tiene el accionar de los gobiernos locales y de sus actores sociales que, si bien representan una pequeña escala en un ámbito tan amplio, la suma de todos los esfuerzos singulares bien pueden llegar a potenciar y vitalizar el objetivo de preservar la biodiversidad del planeta, creando una sinergia que devendría en una más que positiva acción a nivel internacional.

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